
Hay momentos en los que uno se aleja del mundo real y sin saber como se ve en un mendo paralelo en el que todo es como uno quiere que sea. En esta vida de ensueño no existen las preocupaciones y no hay sitio para el extres y la tristeza, todo es, como se suele decir, color de rosas. Por un momento ves todos tus sueños hechos realidad y todas tus metas alcanzadas, es entonces, sí, sólo entonces, cuando nuestra nuve particular explota cual pompa de jabón. Te quedas sin palabras. Cierras los ojos y procuras recomponer tu mundo ideal. Nada. Apretas los ojos con fuerza. No funciona. Es entonces cuando aceptas la realidad, todo te sabe a poco, te das cuenta del mundo en el que vives. Tornas tu pensamiestos felices,que representan un mundo ficticio, por pensamientos tristes, que representan el real.
Esto fue lo que e sufrido y padecido esta mañana. Me desperté como otro día cualquiera y me dirigí a la sala. Allí me senté, y cuando me dí cuenta estaba en mi pequeño universo, sentada en el mismo sofá que en el que estaba realmente, y encendí el televisor. Haití estaba rebosando de turismo, era de esperar, se celebraba la fiesta del agua, popular en todo el mundo, las calles de Haití se llenan de gente deseosa de que sus vecinos lancen un globo de agua a su espalda o que una manguera despistada los gratifique con su frescor en estos días de verano. En Libia los petroleros acababan de descubrir una mina de petróleo y lo celebraban tomando una copa con los vecinos y amigos mientras los chiquillos jugaban en las calles. En Japón celebraban la 9ª feria futurista, en la que los colegios realizaban escursiones a museos, laboratorios y a la central nuclear de Fukushima, la cual acababa de ser reformada, era prácticamente indestructible.En la dos emitían un reportage de África. La gobernadora de no recuerdo que país visitaba las escuelas para recordar a los pequeños que no es recomendable ver más de dos horas diarias la televisión e informarles de que un nuevo parque de atrcciones había sido abierto esta misma mañana y que pasados dos días el resto de África inaugurará sus respectivos parques.
Nada podía ir mejor. Entonces ocurrió.¡¡BOOM!! Volví al mundo real, encendí la televisión. En Haití 25 personas habían muerto en el día de ayer por causa de SIDA, y miles de personas vivían en la calle sobreviviendo, inexplicablemente, a base de aire y de su propia saliva, como consecuencia del sunami sufrido hace nada. Siete militares muertos en libia, el total de fallecidos asciende ya a quién sabe cuántos cientos. Los japoneses están muertos de miedo ante la situación de la central de Fukushima, temen que se produzcan radiacciones que tornen sus vidas no precisamente a mejor. En África mueren cuatro niños menores de cuatro años por segundo y la muger es un obgeto de compañía, algo así como un chicle, cuando está usado y ya aburre se tira. Apagué la televisión y salí a la calle. En mi mente se retorcía de dolor las imágenes que acababa de ver y, por más que lo intentaba, no lograba desacerme de ellas. Me fui a dar una vuela para ver si así lograba evadirme y fuí a para al parque público. Los niños corrían y jugaban y caían y se levantaban y reían... Mi cara descubrió entonces una tímida sonrisa, y mi mente, por no hacer el feo, le siguió la corriente y se tornó feliz. Satisfecha me acerqué a un banco y me senté. Oí un ruido. Era algo así como un carraspeo. Busqué girando la cabeza al gato que sin duda lo había producido, más no había tal. Volvió a sonar, y algo se movió bajo el banco. -Dí con el gato-, pensé, y me agaché para confirmarlo, más cuando miré bajo el banco no fue un pequeño animal abandonado lo que encontré, era un gran animal abandonado. Había estado sentada en lo que era la casa de una persona, un hombre de edad ya avanzada, de barbas, que domía en lo que para él era su hogar. No tenía miedo a que le pudieran robar ya que sólo poseía piojos y enfermedades varias, lo cual deseaba que alguien se llevara para siempre. Pensé que quizas dormiría mejor sobre el banco que bajo este, pero no lo desperté, no quería ser yo quien rompiese su nube y destrozase todas sus ilusiones y fantasías, quería que fuese feliz y dichoso aunque solo un rato fuera, porque para este hombre su nube lo era todo. Cambié de banco y vi como un niño se acercaba al vagabundo y le preguntaba sin obtener respuesta que hacía en el suelo. El tono de voz del crío aumentaba, entonces me acerqué a él y ledige:-Déjalo, está en un mundo mejor.- El chico me miró con cara de ¿está muerto?, pero antes de que digese nada al respecto concluí:-No lo despiertes, déjalo vivir.- El niño sonrió, afirmó con la cabeza y volvió al juego, y yo a casa.
El relog de la iglesia cantaba las nueve. Mañana me esperaba un largo día de trabajo por lo que decidí acostarme pronto. Hice memoria de el día vivido y di gracias a Dios por darme lo que tengo, porque siempre nos quejamos de lo que no tenemos y nunca agradecemos lo que poseemos. Muchos se ven desgraciados y se crucifican a ellos mismos corrompidos por la envidia que sienten de los ricos, los que viven sin trabajar, los que tienen un garaje museo, con siete coches de primerísima gama, esos que se sientan a la mesa y degustan un sin fin de manjares y que no se tienen que preocupar de limpiar la casa. No se dan cuenta, o no quieren darse, de lo afortunados que son: tienen un trabajo, que hoy es algo que todos buscan y muy pocos encuentran; tienen un coche, cuando en África millones de personas caminan decenas de quilómetros diarios a pié, descalzos, para conseguir un poco de agua; comen tres veces al día más la merienda, y pueden darse el gusto de picar entre horas mientras miles de niños mueren cada día en muchos países por no tener que llevarse a la boca; y tienen el privilegio de tener una casa que limpiar cuando millones de personas en el mundo viven el las calles, bajo un banco, en un cajero, en poblados cuyo refugio son chozas que se caen con el primer soplo del invierno y cosas así.
Pensaba yo esto mientras mis ojos bajaban sus persianas.
Desperté en mi nube.